Dícese de aquella figura empresarial o no, que juega un papel dentro de una organización. Puede ser de forma permanente o algo puntual, pero en ambos casos te permite ampliar tu red de contacto profesional, al trabajar con distintas empresas y profesionales, así como te ayuda a enriquecer en términos de conocimiento y habilidades..
Una de las opciones más conocidas (y también temidas) es hacerte emprendedor. ¿Encuentras un nicho de mercado sin cubrir y te animas a hacerlo tú?. Es una posibilidad, pero debes tener claro lo siguiente: el pensamiento estratégico, la gestión de recursos y la gestión de equipos son fundamentales para el correcto desarrollo de tu (ahora) empresa. ¿La parte buena? También la hay, ya que eres libre de elegir desde tus propios objetivos, tus clientes y, por supuesto, tu equipo.
Otra opción, ser autónomo, profesional independiente o sufridor. Llámalo X. Te permite trabajar en proyectos específicos o prestar servicios a otras empresas sin formar parte de ellas de manera permanente. Esto implica que puedes aprovechar tu experiencia y habilidades empresariales para contribuir en distintos contextos y trabajar con organizaciones y equipos muy diversos.
Ser colaborador externo te permite combinar lo mejor de ambos mundos. Te brinda flexibilidad y autonomía, puedes elegir los proyectos con los que colaborar y poder establecer tus propias condiciones de trabajo. Además, te ayuda a equilibrar tu vida personal y profesional de acuerdo a tus necesidades.
En el entorno empresarial moderno, un número cada vez mayor de organizaciones buscan socios externos para que les ayuden con su proyecto único y sus necesidades de personal. Estos socios, que incluyen contratistas, autónomos y consultores, desempeñan un papel vital en el logro de los objetivos comerciales. Sin embargo, su experiencia trabajando para la empresa es un factor crucial que con frecuencia se ignora.